martes, 24 de mayo de 2011

ELOGIO DE LO SUBLIME


 

A lo largo de las distintas épocas, y en diferentes pun­tos del globo, ha habido diversos alimentos que han me­recido la denominación de «alimentos de los dioses»: la miel, las trufas, las setas alucinógenas, el vino ... Pero, a tenor de su nombre, ninguno lo ha sido tanto como el chocolate. Esa fragante sustancia marrón oscuro, sin la que muchas personas de todo el mundo son incapaces de vivir, es el fruto de una planta cuyo nombre botánico esTheobroma cacao: theos (dios) y broma (alimento).
 
La definición data de 1753 y se atribuye al célebre cien­tífico sueco Linneo, un gran amante del chocolate. El sis­tema binómico que inventó para clasificar a los seres vi­vos -y que sigue utilizándose- sustituyó las largas frases descriptivas en latín. Sin duda, en este caso dejó que sus papilas gustativas prevalecieran sobre su apre­ciación de una cultura remota: el término cacao, la an­tigua palabra de origen precolombino, consiguió granjear­se una posición de honor. Linneo escribía en una época en la que el chocolate tenía ya numerosos adeptos en toda Europa.

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