A lo largo de las distintas épocas, y en diferentes puntos del globo, ha habido diversos alimentos que han merecido la denominación de «alimentos de los dioses»: la miel, las trufas, las setas alucinógenas, el vino ... Pero, a tenor de su nombre, ninguno lo ha sido tanto como el chocolate. Esa fragante sustancia marrón oscuro, sin la que muchas personas de todo el mundo son incapaces de vivir, es el fruto de una planta cuyo nombre botánico esTheobroma cacao: theos (dios) y broma (alimento).
La definición data de 1753 y se atribuye al célebre científico sueco Linneo, un gran amante del chocolate. El sistema binómico que inventó para clasificar a los seres vivos -y que sigue utilizándose- sustituyó las largas frases descriptivas en latín. Sin duda, en este caso dejó que sus papilas gustativas prevalecieran sobre su apreciación de una cultura remota: el término cacao, la antigua palabra de origen precolombino, consiguió granjearse una posición de honor. Linneo escribía en una época en la que el chocolate tenía ya numerosos adeptos en toda Europa.
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